viernes, 29 de octubre de 2010

Composición molecular del corazón de una Sombra

Sombras moviéndose, acechan entre sí, son lobos en jauría.


Las observas al caminar bajo el sol danzante, bajo las farolas del parque, sobre el pavimento besando el polvo que arroja el viento.

¿Pero que son las sombras, sino vidas fugaces?

Son síntomas de esparcimiento, o más bien de desaparecimiento del mundo, tiempo; del universo cataclista que aguarda por toda la carne, conformado solo por el gris reflejo de nuestra masa repartida en hueso, piel, musculo, corazón…21 gramos de alma según libros y conocida película.

La sombra cobra vida, pues, al momento de que un cuerpo conoce al sol, al instante que se abraza, que se aferra de la luz; es un ente negro buscando calor, excitado ante la sublimación de la luminosidad, lamentando la condena de seguir por siempre a quien la posee, a quien se adueña de ella, imitando movimientos y formas.

Si tomáramos una sombra, mezclada con alcohol, olor de azufre y discos de bolero, obtendríamos una sombra de lo que fue, un amor siniestro esperando el renacimiento, un fénix inamovible del cuerpo elegido, un tótem sin tacto o una nube plasmada al suelo, esto último dependiendo las porciones de los ingredientes a combinar.

Mas si por lo contrario, tratamos de cortar una sombra y repartir los pedazos, o aun más cruel, doblarla y guardarla para siempre en un ataúd aluminoso, nos encontraríamos con una sombra furiosa, un gran tramo de materia fantasmal persiguiéndonos por debajo de cada farola callejera, de cada luna romántica; nos sorprendería haciendo el amor a la luz de las velas o fumando en la carretera junto a una linterna…nos arrinconaría hasta arrojarnos una noche al fogón de las animas, para convertirnos en sombras también…en sombras de lo que fuimos imitando las flaquezas del hombre...

Amaury Sahagún.
amaurysahagun@gmail.com

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